sábado, 7 de agosto de 2010

El Yanki y la Cubana

- Uno -
Ella es medio marxista


-Óyeme chica, que ganas tengo de que sea ya veintiuno de julio- Teresa se encontraba muy emocionada por aquella gira. Tras tantos años de intentar ser seleccionada en los casting de todos los espectáculos posibles y de ellos, los más, los que el Tropicana promocionaba para las decenas de turistas que visitaban aquella pequeña isla en la que le había sido asignado nacer. Teresa tenía la resignada misión de vivir y sobrevivir a las inclemencias de un país marxista en el que una mujer como ella disponía de muy pocas alternativas. No era una tarea sencilla y ella era plenamente consciente de ello. Teresa intentó todas las posibilidades a su alcance, bailó, cantó y contoneó su esculpido cuerpo, producto a partes iguales por su genética como por sus trabajos forzados en el campo. –¿Pero tú crees que nos van a dejar salir de la isla corazón? Eso es un cuento del cabaretero ese para que no le dejemos tirado con el espectáculo.- Catalina era una mujer bastante desgastada por un cúmulo de ilusiones rotas. Para ella ya existían pocos sueños posibles y todos aquellos que podían realizarse, estaban supeditados a los que pudiese pagarse con su trabajo. Ambas mujeres, jineteras de profesión y reconvertidas en estrellas de la farándula visionaron horas y horas de vídeos sobre actrices glamurosas. Encontraron la mezcla perfecta entre la ingenuidad de una virginal doncella y la bomba explosiva caribeña que se suponía que escondían todas las cubanas en fondo de sus corazones. –Pues yo si creo que es verdad- Insistió Teresa -Te imaginas Cata, nosotras de gira en México, salir de esta Habana donde todo siempre es lo mismo, los coches viejos y la lucha por la gasolina– Catalina peinaba a la fuerza su pelo rizado “pegón” para alisarlo al menos lo suficiente para colocar una traba rosa que adornase aquel desbarajuste que se le quedaba tras una sesión de baile de media hora mientras los hombres la miraban con lujuria y deseo. -Chica ¿tú eres tonta? que gasolina ni nada si tu siempre vas a pie, si no tienes carro ni nada– Teresa hizo caso omiso a aquel alegato, sonrío y decoró sus labios con un tono rojo bermellón, le gustaba pensar en las cosas que no tenía. Si el mundo fuese un sueño Teresa habría inventado la formula mágica de la felicidad absoluta –Negra no seas así, que yo estoy muy ilusionada con el viaje, quizás hasta nos enamoramos y todo– Catalina prefirió a partir de ese momento ignorar a su amiga –Además de puta es tonta la muy pendeja– pensó para sí misma aunque no se atrevió a decirle aquello a la mujer que le había acompañado durante tantos años, a falta de madre, Teresa se había acurrucado en los brazos de aquella mujer ruda que era Catalina y ambas sin pretenderlo formaron un conjunto indivisible que era muy profundo. Quizás, solo quizás, Catalina también esperaba que sus suertes, desafortunadas como pocas, cambiasen de un momento a otro. -Hay niña no seas pendeja que aquello está llenito de americanos, ¿no sé para qué quieres ir? con lo bien que se está en Cuba– Si existía algún argumento en el mudo para detener a Teresa era la posibilidad de intimar con un “gringo” apenas permitía que le dirigiesen la palabra los ciudadanos americanos que pisaban el Tropicana, que decir de aquellos rubios platino que quería acercarse para solicitarle otros de sus servicios. La repulsión por aquel país, por sus supuestamente honrados hombres y por aquel sentimiento de libertad enjaulada de la que hacían gala en todo el mundo, eran mayores que toda el hambre que pudiese pasar en el resto de su vida. Con un mohín Teresa dio por zanjada la conversación y siguió con su sesión pintura y alicatado para la siguiente parte del espectáculo donde hacía un discreto papel, pero donde ella se sentía protagonista.

Bailó como cada día dejándose llevar por la música, mientras aquel productor la miraba con deseo. A pesar de tener una vida tan trabajada, Teresa podía presumir de ser una mujer hermosa, consciente de aquel potencial natural del que disponía, no dudo jamás en utilizar sus encantos para conseguir sus propósitos. De pequeña aquella niña mulata y de coleta repeinada por su abuela se plantó muy dispuesta delante de aquella anciana para decirle muy seriamente –Abuelita quiero ser artista– La octogenaria la observó con la resignación pintada en la mirada. Su hija, la madre de Teresa también le había dicho las mismas cosas casi veinte años atrás, una mañana la joven que quería ser parte del mundo de la farándula volvió tras ser despedida del cabaret donde bailaba por unos pocos pesos el propietario y padre de la criatura que crecía en el vientre de su hija la había arrojado fuera de su vida y dando al traste con sus sueños de luces y boas de plumas. Llegada la hora del parto, vencida por la tristeza y por el fracaso de una vida arruinada por una elección desafortunada, Teresa vino al mundo hostil y revolucionario mientras su progenitora se marchaba sin conseguir la felicidad que tanto ansiaba. Nunca creyó en Dios, ni en la Santísima Virgen María, ellos no habían ayudado a su madre, ni a su abuela ni a nadie de su familia, su única deidad era la revolución, su padre Fidel y su madre La Habana.

Cuando a sus doce años su familiar más cercano murió, esa abuela francesa que en los años de la crisis en Europa huyó enamorada de un revolucionario comunista cubano. Teresa se esforzó, sin conseguirlo, de momento, en ser una mujer diferente, fuerte y dueña de su propio destino, sin hombres que condicionasen el rumbo de su embarcación de libertad. Ella no sabía quién era Marx, pero odiaba la idea del capitalismo y todos los elementos derivados de él, ella solo quería ser feliz, ser artista aun sin estar segura de cuales eran las connotaciones de aquella palabra. Intentaría convertirse en la primera mujer de su desdichada familia que conseguiría ser afortunada, y por qué no, enamorarse de un hombre bueno, que no la abandonase como lo hizo su abuelo con aquella mujer a la que arrastró alrededor del mundo, o aquel asqueroso tabernero que ni siquiera asistió al entierro solitario de su madre. Ella tendría que ser distinta, medio marxista, medio revolucionaria, mulata hasta los pies y con una sonrisa dibujada en los labios de forma permanente.

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Granada, Andalucía, Spain
Nacido el 5 de septiembre de 1979 en Carúpano (Venezuela) Hijo de Canarios emigrados a latino-américa estudió arte dramático en una de las más prestigiosas fundaciones teatrales del oriente de ese país, donde fue colaborador del programa “La hora Canaria” de Radio Monagas. A su llegada a España en 2000 continuó su camino por la radio canaria conduciendo junto a Nieves Luz González y Laura Fernández en el programa “Protagonistas” de Onda Cero Isla Bonita Radio en la isla de La Palma, dos años más tarde presenta el programa “Tagoror” de las mañanas de Radio Gigante junto a Manuel Jiménez y Aida Herrera en la isla de Tenerife. En el año 2004 publica su obra Hoy me queda de ti (Ediciones Alternativas), libro de poemas con un significativo anhelo por la tierra dejada atrás. En 2010, tras seis años apartado de las letras, edita De cuando los Dragones bailaban con las Sirenas (CVA Ediciones), nuevo poemario que se desliza a través de una fábula épica rendida al amor en todas sus consecuencias. Es también en este año cuando toma la alternativa a la narrativa de manos de un proyecto ambicioso.